Cada vez son más las empresas que me plantean bien una reestructuración o bien una refinanciación para poder seguir adelante con su actividad.
Aunque quien no se dedica a este ámbito de trabajo a veces confunde ambas intervenciones, no se trata ni mucho menos de lo mismo. Hablamos de reestructuración cuando lo que se debe hacer es ajustar la estructura de costes de la empresa a la nueva realidad para hacerla viable, en este caso, debido a las consecuencias económicas provocadas por la pandemia de Covid-19. Puede tratarse de reestructuraciones operativas, financieras, laborales…
Por el contrario, la refinanciación se refiere a acordar con los bancos un nuevo calendario de devolución de la deuda que se acompase con las posibilidades reales de la empresa y su generación de caja.
Hoy vamos a centrarnos en la reestructuración y vamos a explicar en qué consiste y qué ventajas ofrece.
¿Cuándo es necesaria una reestructuración?
Como decía, una reestructuración tiene por objetivo la redefinición de una compañía en sí, adaptándola a una nueva realidad para que pueda seguir siendo competitiva y mantener su actividad. Ello se concreta en la construcción de un modelo de negocio que sea sostenible desde todos los puntos de vista, con especial énfasis desde el punto de vista financiero.
Generalmente, la reestructuración se lleva a cabo mediante el ajuste de costes y gastos, de ahí que muchas veces sea una palabra temida pues supone entrar a fondo en las compañías y saber qué gastos / costes son prescindibles. Muchas veces hablaremos de la necesidad de prescindir de un alquiler o de ciertos proveedores, pero en otras muchas ocasiones se descubrirá que son parte de los recursos humanos los prescindibles para reenfocar el negocio.
Una reestructuración es necesaria cuando la empresa ha dejado de ser competitiva y su viabilidad corre verdadero riesgo. Se hace urgente entonces reorientar la compañía hacia nuevos objetivos y con nuevos procesos (y a veces nueva financiación), aprovechando aquellos bienes, tangibles o intangibles, que puedan ser aún valiosos para el nuevo negocio. Por ejemplo y muy comúnmente, una marca muy bien posicionada en el mercado o bien valorada por los clientes.
¿Qué ventajas ofrece reestructurar una empresa?
- Mantener a salvo el patrimonio empresarial: En una situación límite, los acreedores, especialmente la Hacienda pública, puede verse tentada a cargar sobre el administrador o propietario, especialmente si lo es a título único, las deudas generadas por una sociedad o compañía. Por ello, conviene que una de las primeras medidas sea separar el patrimonio personal del riesgo inherente al proyecto empresarial.
- Facilitar una venta beneficiosa: Muchas reestructuraciones se llevan a cabo con el fin de vender la compañía. Una buena reestructuración puede ayudar a obtener una mayor plusvalía a dicha venta, vendiendo por separado aspectos como la tecnología, los locales y oficinas, la marca, etc.
- Reducción de costes y gastos: Es el beneficio más claro de una reestructuración y el que puede ayudar más fácilmente a salvar un negocio. Se trata, como decía, de entrar a fondo en la estructura de costes e identificar cuáles de ellos son prescindibles a fin de que el negocio con otros objetivos y, si es necesario, una nueva financiación, pueda seguir adelante.
- Mayor agilidad en la toma de decisiones: Una reestructuración afectará al núcleo del negocio y a la larga permitirá tomar decisiones más ágiles, al liberar a las compañías de estructuras sobrantes y que lastraban sus buenos resultados. Un caso paradigmático es el de una compañía que se deshace de una de sus divisiones (vendiéndola a una competidor, por ejemplo) y centraliza sus esfuerzos en aquellas otras que son más rentables, quedando así más reducida en tamaño, pero más ágil en cuanto a la toma de decisiones y más solvente en cuanto a su estructura económico-financiera.
En resumen, la reestructuración de una empresa es necesaria cuando la propia supervivencia de la compañía peligra y puede ser un factor decisivo, bien para asegurar la supervivencia de esta, bien para garantizar al menos que sus propietarios y/o gestores no pagan un alto precio por sus decisiones al frente de la misma e incluso que obtienen un beneficio adecuado por su venta a un tercero.