Recientemente se ha comunicado que la Presidenta de Banco Santander, Ana Patricia Botín, propondrá durante la próxima junta de accionistas la aprobación de dos dividendos de 0,10 euros por acción, equivalente a unos 3.300 millones de euros, la mitad de los cuales se repartirá en metálico y la otra mitad a elegir entre metálico y acciones
El Santander ya fue un asiduo al scrip en la pasada crisis de 2008, llegando a emplear hasta en 22 ocasiones este modelo.
Esta decisión se produce en un escenario particular, el de la banca, marcado por la decisión del BCE de prohibir el pago de dividendos y en un panorama general donde el dividendo en acciones se está convirtiendo en una herramienta general para no renunciar a la liquidez y reforzar el compromiso, y la apuesta, de los altos directivos por las empresas en que trabajan.
¿En qué consiste el scrip?
El pago de acciones como dividendo, llamado como ya decíamos “scrip” –y que tuvo su lugar de nacimiento en España 2009 llegando a su momento de mayor uso en torno al 2014− es una de las herramientas con que cuentan las grandes empresas para enfrentar crisis como la actual, causada por la pandemia e la COVID-19. Telefónica, por ejemplo, ya lo utilizó en el año 2012 por vez primera y repitió después en 2014 y 2016.
En una situación habitual, la empresa que reparte un dividendo ofrece a sus accionistas un pago en metálico que sale de su caja, de tesorería. Con el Scrip, sin embargo, lo que se reparte a los inversores son unos derechos que les facultan para:
- Venderle ese derecho de nuevo a la empresa y cobrar en metálico
- Vender ese derecho en el mercado a un precio fijado
- Aceptar acciones nuevas
Este proceso se produce, además, mediante la emisión de nuevas acciones –una ampliación de capital− que diluye el valor de cada acción concreta y, en el caso de que prefieran metálico a acciones el poder sobre el total de la compañía que ostenta un inversor determinado. De ahí que muchos inversores prefieran mantener las acciones, y por lo tanto su posición en la compañía, a recibir la contraparte en metálico.
Esto favorece la liquidez a corto plazo de las compañías que no se ven así obligadas a buscar fuentes de financiación más onerosas para ellos ni a perder el metálico que tienen en tesorería.

Acciones en vez de dividendos para los grandes consejeros
Esta medida no solo está afectando al accionista externo a la compañía, sino también al alto directivo y a los consejeros que cobran parte de su salario en forma de dividendo sobre acciones.
Las empresas, con este mecanismo, evitan también repartir ese dividendo o prima a sus altos mandos en metálico, ofreciéndoles a cambio un volumen de acciones canjeables en las mismas condiciones que en el caso anterior.
Con un añadido en este caso: la conversión del dividendo en metálico por acciones en el caso de un alto directivo de una compañía tiene un impacto no solo en las finanzas de la empresa, sino también en la percepción pública de esa compañía: de algún modo se está transmitiendo que esos altos mandos renuncian a parte de su salario a cambio de invertir en el futuro de la compañía. Es decir, que apuestan por el futuro de esa compañía y porque en el futuro las acciones de las que ahora son dueños valdrán más.
En una época de recortes salariales, este tipo de acciones, desde el punto de vista del management, no solo tienen un impacto en la tesorería de la compañía, sino también un impacto (positivo) en la percepción interna y externa de esa compañía.
No olvidemos, por ejemplo, lo criticados que fueron por la opinión pública los repartos de dividendos entre los altos cargos de la banca en la década pasada en un periodo en que el sector estaba siendo rescatado en muchos casos con dinero público.